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miércoles, 5 de octubre de 2011

UN MUNDO MARAVILLOSO

España acaba de anunciar que a partir del año 2013, prestará su base naval de Rota (Cádiz), al sur de Andalucía, para el escudo antimisiles de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), esto es, para buques de guerra equipados con misiles interceptores SM-3. Hay que poner mucha atención al anuncio: según la prensa española, con lo anterior la OTAN podrá tener un mejor control del Mediterráneo oriental, para patrullarlo. Cualquiera que vea un mapa se dará cuenta de que no hay relación entre Rota e Irán, pero sí entre España, el Mediterráneo, Libia y, más aún, la presión que se ejerce sobre Siria. En vez de erizar el golfo Pérsico (que es donde se encuentra Irán) de armas, el asunto va por el Mediterráneo, y además, oriental.
En el anuncio, las agencias de prensa, prácticamente todas, han señalado que Holanda se sumará al escudo antimisiles, lo que no tiene absolutamente nada que ver con Irán. Anders Fogh Rasmussen, secretario general de la OTAN, va muy con prisa: ha declarado que el escudo antimisiles debe estar listo muy pronto, para el año 2018, con lo que se adelanta a los plazos de Obama, sin explicación.
Los rusos siguen pidiendo su pacto germano-soviético de caricatura: es decir, una garantía jurídica de que no serán agredidos. El asunto es de años de promesas, pactos, garantías y lo que sea, pero Occidente se salta la ley como quiere y la palabra dada ya no significa nada, ni entre las naciones, ni entre los individuos.
Hace algún tiempo, el primer vice-presidente de la Academia rusa de problemas geopolíticos, Konstantin Sivkov, argumentó que Occidente quiere aprovechar lo que hay de debilidad en Rusia. La debilidad es real y el tiempo corre, si Moscú quiere construir una capacidad de respuesta asimétrica a un eventual golpe proveniente del exterior.
Lo grave, sin embargo, es que, como lo escribiera en algún momento el periodista Serguei Balmasov para Pravda.ru, Washington, a tono con lo de que "el león cree que todos son de su condición", supone que, por debilidad y por no enajenarse al mundo exterior, Rusia no osará dar un golpe. Es decir, como lo dice Balmasov, los occidentales creen que Moscú está en el bluff, pero sin capacidad de respuesta. Para colmo, hay desde luego antecedentes históricos de este tipo de creencia.
Todo este despliegue militar, aparatoso y costoso, no provoca la indignación de nadie, ni es de esperar que la haya de una izquierda que quiere, "after neoliberalism" o "the day after", un capitalismo con rostro humano, es decir, que sea con una sonrisa impecable y un "hi!" que se liquide toda alternativa. De hecho, son los restos de una extrema izquierda que, tocándose con su otro extremo gemelo y criminal, no ha dicho nada de lo que sucede hoy por hoy en Libia, ni ha sido capaz de desenmascarar los montajes en Siria (algunos, atroces, de carnicerías cometidas por opositores y mostradas por Russia Today), ni quiere entender que no por tener un rostro cualquier humano es digno de que se le llame tal. Así que, ahora, resultará que no hay relación entre Rota, Libia y Siria, ni entre el Mediterráneo oriental y el Mar Negro, y para colmo, Rusia alega que no tolerará ningún escudo antimisiles en Polonia, siendo que, según la agencia rusa Ria Novosti, para 2018 sí habrá despliegue de SM-3 en suelo polaco, donde por lo demás ya están soldados estadounidenses y Patriots en la localidad de Morag.
Nada tiene relación con nada: ocurre simplemente que en las altas esferas militares y políticas ya se ha legalizado una pequeña dosis individual de droga, y que entre risita y risotada, los tamales de Michelle y el baby de Carla, nuestros demócratas se preguntan a quién bombardear la semana que viene. Pos nomás, si me concencia me dice que me lo quebre, me lo quebro, y si no, non me lo quebro. Mi "just cause" es "just because".

A VER A QUÉ HORA

 En un libro reciente, el periodista J.J. Lemus, a partir de una investigación muy exhaustiva, ha demostrado hasta qué punto no existe la me...