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jueves, 26 de julio de 2012

BIEN BARAS

La guerra es para Estados Unidos un negocio, y decirlo no es hacer propaganda contra Washington. Es aprender a sacar las cuentas, en vez de dejarse timar.
Lo más importante de la fuerza hitleriana en la Segunda Guerra Mundial estaba derrotado entre noviembre de 1942 y principios de 1943, cuando los nazis fueron cercados y vencidos en el frente oriental ruso -Stalingrado. Los estadounidenses se asomaron tímidamente a Sicilia a mediados de 1943. El desembarco del Día D en Normandía es de junio de 1944, alrededor de año y medio después de que el grueso del ejército de Hitler estuviera quebrado.
Stalin pidió que el frente occidental se abriera pronto, para evitar el desgaste de la guerra en el Este, pero los occidentales hicieron tiempo. Los anglosajones esperaron a que los europeos siguieran golpeándose entre sí -quedando en remate- para ahorrarse al máximo el costo de abrir el frente occidental y llegar cuando estaban asegurados beneficios. Es decir que los anglosajones midieron la guerra especulando con la quiebra de Europa, y esperando a que estuviera debilitada lo suficiente como para que la "ayuda" no saliera demasiado cara. ¿Es entendible, no?. Desde entonces, Estados Unidos tomó la costumbre de hacer las guerras rentables: desgastar hasta que el enemigo a vencer salga en rebaja y las posibilidades de beneficio aumenten.
El tiempo que Estados Unidos maneja en las guerras es económico. Consiste en abaratar el campo de batalla para adquirirlo, de ser posible, a precio de ganga. Una guerra bien baras.
Por cierto: "daños colaterales" quiere decir "costo humano" o "costo en vidas".
Hasta en círculos de supuesta izquierda era posible oír, en la segunda posguerra del siglo XX, la repetición del modo anglosajón de ver la Segunda Guerra Mundial. No hubo mérito ruso. Nadie está en deuda con Rusia y, si la hubiera, no debiera pagarse. ¿Acaso no eran totalitarios?¿Usted daría algo por un totalitario?¿Ni un centavo, verdad, querido demócrata?
La fuerza hitleriana fue derrotada por el "General Invierno", algo así como la mala suerte de que no se hubiera inventado el Redoxon Forte (vitamina C, de Roche) y que las tropas del Fuhrer no tuvieran suficientes desenfriolitos. De este modo, se sigue con la operación: se devalúa todo mérito del enemigo (que pasó a serlo tan pronto empezó la Guerra Fría) y el factor humano es simple objeto de medición. Algunos analistas rusos han sugerido que esta operación no tiene ni pies ni cabeza: ¿no sabían los atacantes alemanes que al otoño sigue el invierno?¿El frío pega distinto según se trate de un soldado alemán o de uno ruso?¿O los rusos fueron atacados por tontos? La verdad es que Hitler "estimó" -otra medición- una guerra relámpago barata -de unos dos o tres meses, rapidito- contra subhumanos, seres devaluados. ¿Acaso no era lo que decía la propaganda antibolchevique en Occidente? La Europa en descuento se la llevaron los estadounidenses. Llegaron al final con cara de "qué onda, ¿qué pasa aquí?". "¿güerrras ancestraules, man?"
La guerra soñada ya tuvo lugar: consiste en lanzar dos bombas atómicas sin el menor costo (cuando el enemigo se ha rendido, además). !La guerra, gratis!
La labor de la izquierda, la prensa (con muy pocas excepciones independientes), los observadores y funcionarios de Naciones Unidas, la televisión y esa avestruz llamada "opinión pública" es como para que el imperio quede muy agradecido, muy agradecido. El potencial agresor hace una oferta y pone un precio: se discute del precio del Noriega, de la cotización del Hussein, de los bonos del Milosevic, de si bajó o subió el Aidid, del índice Osama. Regatean como si no hubiera consecuencias, es decir, como si estuviera en juego el obtener algún beneficio sin pagar demasiado. Cuando han terminado de desarmar al enemigo rebajándolo (¿Noriega es narco?¿Milosevic es burócrata?¿Hussein es déspota?¿Aidid es tribal?¿Osama es bueno o malo?), Estados Unidos se aparece a comprar en remate.
La pregunta no es si la guerra es buena o mala, si debiera permitirse o si proscribirse. No. La pregunta es: ¿cuánto es?.
Pregunta, de José de Jesús Martínez en el documental de Barbara Trent ("The Panama Deception"): how can you be so stupid?

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