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sábado, 21 de julio de 2012

TODO REGALADO: IZQUIERDA DE GARAGE

Nada más falso que afirmar que la caída del Muro de Berlín y luego la de la Unión Soviética produjeron confusión, frustración y desaliento en la izquierda latinoamericana y en la intelectualidad local. Tampoco llevó a debilitar, marginar y poner a la defensiva a nadie. ¿Quién, sobre todo en la intelectualidad de izquierda, salió en defensa del sovietismo? Nadie, porque para ese entonces ya no se trataba de experiencia, sino de conveniencia. Lo primero que hizo uno que otro fue deslindarse de los "comunistas que lloraron en La Habana" (qué chillones).
No había entre 1989 y 1991 partidos comunistas prosoviéticos fuertes en América Latina: el chileno estaba debilitado y orientado en parte hacia acciones armadas, el uruguayo había sido reprimido, y el salvadoreño se había sumado hace rato al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional -FMLN.
Los únicos "estalinistas" que quedaban eran grupúsculos reconocibles por sus siglas PC-ML (Partido Comunista-Marxista Leninista), es decir, los llamados "albaneses", sin ningún peso.
Los libros soviéticos no se leían en la intelectualidad. Era más frecuente que se leyera a Isaac Deutscher (un excelente biógrafo de Trotski y autor de una biografía de Stalin) que a Stalin. Quien quisiera enterarse de la "cuestión nacional" o del "materialismo dialéctico y el materialismo histórico" debía pasar por las versiones chinas, las Ediciones en Lenguas Extranjeras, porque los soviéticos no promovían las obras de Stalin, ni en editorial Progreso, ni en Mir, ni en Raduga. Se encontraba con mayor facilidad -en la edición china- el Pequeño Libro Rojo del líder chino Mao Zedong. Y se leía más a Mandel, otro muy buen clásico y de rigor del trotskismo.
Aunque aliada de Moscú, Cuba no veía con buenos ojos el "estalinismo": la prueba está en la biografía de Stalin de Armando Hart, antiguo ministro de Cultura cubano y muestra del "espíritu 26 de julio". Celia Hart simpatizaba con el trostkismo. 
La izquierda latinoamericana se vio más afectada por la derrota de Daniel Ortega en Nicaragua, en 1990, puesto que en ese país se estaba haciendo algo "muy original y diferente", con operaciones de marketing patrocinadas por los socialistas franceses. Por cierto, basta ver cómo se condujeron algunos ex comunistas haitianos procubanos: aunque llorando, admitieron que Jean-Bertrand Aristide volviera a principios de los años '90 a Haití con una fuerza extranjera. A la izquierda vía el imperio.
La intervención en Panamá, en 1989, fue tomada como un coletazo del imperio, nada más. El escritor mexicano Carlos Fuentes -su esposa, Silvia Lemus, tenía por interlocutor en televisión al criminal Joaquín Villalobos, con tal de que no fuera Schafick Handal-, consideraba que Estados Unidos no se atrevería a atacar a ningún país con más de tres millones de habitantes, según un artículo publicado en un periódico mexicano.
¿A quien podía afectar la caída del socialismo real si no tenía partidarios en América Latina?
La izquierda y la intelectualidad cayeron en un problema de psicosis. Habían afirmado por suficiente tiempo que en la Unión Soviética no había socialismo de verdad. Los más "teóricos" veían "capitalismo de Estado". Lo realmente existente eran defectos y errores. Es decir, izquierda e intelectualidad de izquierda negaban que hubiera "socialismo realmente existente". Así que la intelectualidad de izquierda se vió afectada por la desaparición de algo que no existía. Víctima de una alucinación. ¿Qué tal?
"Don" (!puf!) Eduardo Galeano, favorito de los hijos de la nomenklatura procubana, escribió el único lamento, "El niño perdido en la intemperie", texto que es una deplorable cochinada contra el prójimo en dificultades, con las siguientes palabras: "¿O todo ésto era, más bien, una estafa histórica. Lo escribo desde un punto de vista latinoamericano y me pregunto: si así fue, si así fuera, ¿Por qué vamos a pagar nosotros el precio el precio de esa estafa?". La operación era impecable (incluida la bofetada !al Partido Comunista nicaragüense!!qué valentía la de este "Don"!). El qué-me-importa criollo volvía por sus fueros. ¿Se cayó? ¿y a mí qué? Que les den...Screw you.
Gracias a operaciones como la de este oficinista uruguayo, pudo pasarse a lo que más convenía: al fin, íbamos a poder ser de izquierda moderna -"yo nunca fui rojillo", "no me vayan a confundir"- y luchar por el poder sin que nos acusaran de "estalinistas" y de "agentes de Moscú". !Al fin libres! Es decir, convenía terminar de deshacerse del sovietismo para sacarle algún beneficio a la circunstancia. Lo cual se llama medrar, o incluso lucrar en la desgracia ajena.¿Qué tal hacer leña del árbol caído? ¿Se acabó la Unión Soviética? !Es rentable!
Para abaratar el costo, bastaba con añadir que no era nuestro asunto. Aunque nos hubiera llegado la plata y la solidaridad.
La "Historia" se cuenta hoy "para los fines que convengan al interesado". Quiere decir que la intelectualidad de izquierda -gran parte de la cubana incluida- no piensa (está dis-pensada), sino que hace "operaciones". El capitalismo también, y para operaciones, nada mejor que las estadounidenses. Ellos sí saben cómo hacerlo.
Barack: no te vayas, te queremos. Mariela y Hugo.

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