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miércoles, 12 de septiembre de 2012

HABLAR EN CUBA

No es muy recta la actitud del occidental que, de visita en Cuba, critica la pobreza que no ve en su propio país y al mismo tiempo corrompe, aprovechándose de ella. La única culpable no es la jinetera cubana (prostituta). También lo es quien se asume como "chulo".
     Tampoco es positiva la actitud del que cree que la cultura en Cuba consiste en hacerse pasar por el portavoz de José Martí o el del "Che" Guevara en la Tierra, dando a entender entonces que, por este supuesto "ser", todo le es debido (al fin y al cabo, es el elegido de la Revolución).
     Así como Fidel Castro tuvo la valentía de reconocer, hace algunos años, que la Revolución puede autodestruirse, Raúl Castro ha venido hablando en los últimos tiempos, muy frontalmente, de los problemas que hasta hace poco, en nombre de la "felicidad socialista", no podían ser tocados. No son problemas menores. Ni muy diferentes de varios de Occidente, con la diferencia de que en Cuba se plantean porque hay dificultades (mientras que en Occidente se ocultan, porque se prefiere nadar en algo así como un sentimiento oceánico colectivo, el Todo Azul).
     La intelectual cubana Graziella Pogolotti (nacida en 1932) ha vuelto a plantear -en actitud muy constructiva- los problemas culturales de Cuba, que van desde el descuido del patrimonio y la desarticulación de la institución literaria hasta el abandono del libro y de la cultura comunitaria. Gran parte de estos problemas se debe a la propagación del ideal de consumo occidental, que se hace pasar por cultura. Es "el empleo de la cultura -dice Pogolotti- como instrumento apto para imponer un poder hegemónico mediante el uso de modelos de vidas, expectativas de futuro y de felicidad, así como generación de demandas de consumo". Así, "la manipulación de las conciencias, escribe Pogolotti, dirigida principalmente a jóvenes, consiste en convertir la realidad en espectáculo, diluir los valores de la alta cultura y de la cultura popular, estimular la aspiración a la uniformidad y socavar la sustancia de la Historia tanto como de la política a través de la exacerbación del individuo y del espíritu de competencia".
     Este desastre, igualmente visible en el Este de Europa y los países de la desaparecida Unión Soviética (al grado de que prolifera la prostitución social), es especialmente grave entre jóvenes y entre mujeres, a quienes Occidente quiere comprar. ¿Cómo ocurre en Cuba? Según Pogolotti, "se construye una falsa imagen de Cuba en torno a la mulata sensual con las consecuencias morales y políticas derivadas que han llegado a comprometer el comportamiento de las autoridades del país con un supuesto comercio sexual".
    Otro aspecto es el del uso de la religiosidad popular, también para fines de consumo: es la "mercantilización de la religiosidad cubana y de sus tradiciones folclóricas". ¿Qué es Cuba para el occidental? Irse a comprar mulatas y a dizque curarse con un santero.
    El problema es que más de un cubano ha terminado por créerselo, así que "se produce una pacotilla que se constituye en modelo de gusto para los nacionales", y se proyecta hacia el exterior, como si fuera "muy cubano", espectáculo de ínfima calidad.
     Las defensas son pocas. Pogolotti ha constatado que en Cuba escasea ya la vocación para el magisterio, y lo cierto es que sin educación, tampoco hay cultura. "En otros tiempos, escribe Pogolotti, a pesar de la modestia material de su condición, el maestro gozaba del respeto reverente de la comunidad (...) Ahora, otras profesiones tienen más brillo, mientras el profesor se convierte, entre los jóvenes y los familiares, en el gran culpable de las indisciplinas y los fracasos académicos, víctima a veces de hostilidad irracional". Y es que, en Cuba, como en Occidente, se ha propagado la percepción consumista de que, menos se piensa (y menos cultura y educación se tiene), más posibilidades hay de comulgar en la nueva religión del Todo Azul, en este sentimiento bonito donde cualquier conflicto es inmediatamente rechazado y cualquier principio de realidad visto cual estorbo al Placer en la Gran Pompeya Universal.

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