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lunes, 3 de marzo de 2014

"GENTE AMABLE" DE CRIMEA LLEGA A PANAMA

Hace algún tiempo, en Paris, Ciudad Luz, un grupo de árabes y bereberes, con un ruido escandaloso de tambores, agredió en Beaubourg (Centre Pompidou/Les Halles) a cuanto transeúnte pasaba por el lugar. La agresión, completamente gratuita y además ostentosamente pública, por ende humillante, se debió a la imaginación de los tercermundistas quienes, como suelen hacerlo, llenaron un sentimiento de inferioridad (aunque no habían sido atacados) con un arranque de prepotencia.
     No hacía falta mucho para sospechar que los agresores "moros", con un curioso cristiano al mando, venían desde la ciudad española de Valencia.
    Así que, para calmarlos, un buen día fue despachado a Valencia un destacamento paracaidista de "gente amable" al mando del mariscal Moncey. En la Ciutat Vella, con su río Turia y su calle Colón, Xátiva al sur y Guillem de Castro al oeste, lugares llenos de arrabales indefendibles y gente "ídem",  se apersonaron el padre Rico, el conde de la Conquista y el Arzobispo Company para organizar la defensa. El torero Juan Bautista Moreno "Sabateret" en las torres de Quart, y el mesonero Miguel García (dos padrecitos, un torero y seguramente que algún comerciante o abarrotero entre los ilustres), buscaron repeler lo que consideraron un ataque, creyendo en la impunidad del suyo. El pueblo de Valencia siguió jurándole fidelidad a todos éstos y a las tropas que desplegó un tal don Pedro Adorno, quien aún con este nombre y creyéndose águila, con huevos por si fuera poco, tomó posiciones en las Hoces del Cabriel.
     Bon Adrien Jeannot de Moncey, viendo lo que ocurría en los encontronazos de El Pajazo, Las Cabrillas y San Onofre, mandó un mensaje amable en Quart de Poblet: la Junta de estos agresivos valencianos fue conminada amablemente a dejar de lado sus escaramuzas contra "los europeos" -como si la península ibérica estuviera vaya usted a saber dónde, en cualquier parte menos en Europa- y a replegarse hasta su hábitat natural, donde nadie los había ido antes a incomodar, por lo que no se había producido incursión extraña ninguna que llevara a los hechos de Beaubourg. Hecho ésto, la gente amable de Moncey se retiró sigilosamente -y con toda amabilidad- al otro lado de los Pirineos.

¿EL MAL MAYOR, UN MAL MENOR?

 Ningún comportamiento humano está exento de errores, aunque el clientelismo frecuente en América Latina presenta dos problemas: el temor a ...