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martes, 6 de mayo de 2014

UNA RUSIA EXTRAVIADA

Una parte de la intelectualidad rusa, no tan alejada del Kremlin, está intoxicada con la creencia en el retorno de alguna "Rusia eterna", en muchos aspectos imperial. Lo que sea es bueno para una "gran potencia" y en esta perspectiva llega a ubicarse gente como Alexander Duguin o Alexander Projánov. En parte, este retorno tendría lugar cuando Rusia consiga alzarse con Eurasia. Esta ala de la intelectualidad rusa puede hacer las delicias de quienes, en Occidente, están esperando pasarles a sus propias gentes guiones como "El imperio contraataca", "Putin está de vuelta", "El día en que lloró Europa", "Pide a Putin que vuelva" y cualquier cosa que alimente la psicosis en el occidental de pié .
     Algunos, en Rusia, empezaron este camino alabando -y Putin lo hizo tiempo atrás- a otro rusófilo más, el famoso y hoy extinto Alexander Solzhenitsyn, un supuesto iniciado en cosas del "alma rusa". En todo ésto, Rusia se ha puesto como otros a buscarse una supuesta "identidad étnica". Rusia puede hacer así las delicias de los provocadores del periódico español de mayor venta en el mundo, quienes están a la espera de que Rusia busque comportarse como "Gran Rusia"en el espacio ex soviético , para repetir el guión balcánico.
     Putin no tiene en realidad claras las cosas, y Rusia busca a tientas una referencia propia sólida sobre sí misma, mientras la azuzan de mil maneras desde el exterior, incluso quienes creen que Putin es "Vlad el martillo", el "zar Vlady" o el campeón de ajedrez que le ganará La-Gran-Partida-del-Siglo a todos. A la Federación Rusa, por lo pronto, no le ha resultado el intento de abrirse camino en Europa para separarla de Estados Unidos, ni una potencial alianza con China (que es apenas éso, potencial).
    A la izquierda, añorando la Unión Soviética, los comunistas rusos -sobre todo los líderes- empujan donde pueden a un pleito de fascistas contra comunistas (y al revés), que tiene desde luego algo de grandioso, y que permite además ser grandilocuente y remplazar el análisis -los comunistas rusos no entienden mucho de lo que está pasando en Occidente- por palabrería rimbombante. Curiosamente, son esa ala conservadora y el ala comunista quienes más han empujado al Kremlin a inmiscuirse directamente en Ucrania, mientras que las declaraciones del primer ministro Dmitri Medvedev, del canciller Serguei Lavrov y de otros muestran -como los hechos, la no intervención fulminante de Moscú en el Este ucraniano- que Putin no tiene deseos de guerra, ni está en su personalidad dárselas de interesante y ponerle fuego al mundo con tal de "trascender" y ser recordado como Catalina la Grande. Lo único que está en pie es el anhelo de paz, tomado por desgracia en Occidente como signo de debilidad del Kremlin.

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 Ningún comportamiento humano está exento de errores, aunque el clientelismo frecuente en América Latina presenta dos problemas: el temor a ...