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sábado, 6 de junio de 2015

FACHITO'S

En un video sobre ideología en el cual aborda el tema del fascismo, Slavoj Zizek lo define como "revolución conservadora". Algunos científicos sociales chilenos -como Manuel Gárate Chateau- definieron en su momento al pinochetismo de un modo parecido.
    ¿Qué dice Zizek? Que el fascismo sí quiere la "revolución", sobre todo en la economía, si es que trae modernidad y abundancia, además, claro está, de técnica, mucha técnica (al nazismo alemán le encantaba). Nada de ésto incomoda al fascista que quiere estar en lo más reciente y, en este terreno, lejos de todo lo arcaico. Al mismo tiempo, según Zizek, el fascismo quiere mantener las estructuras sociales tradicionales -negando todo conflicto, sobre todo si es de clase- y resguardar las jerarquías, por antiguas que sean, si "ancestrales" mejor. La revolución se hace en lo económico, pero el conservadurismo se impone en la política, donde la posición jerárquica puede garantizar el usufructo de la abundancia material y, por qué no, una distribución más o menos generalizada, aunque en función de lealtades y no de méritos ni de igualdades en los derechos conseguidos desde abajo.
     Suena a criollo, sabe a criollo: que vengan a invertir, que traigan la modernidad, que nos lleven a ver el hielo en el pueblo, que se desarrollen las "fuerzas productivas", pero la política, esa sí, es muy nuestra y soberana, aunque no se apoye en soberanía económica ninguna. Desde la política podemos asegurarnos -no desde abajo, mucho menos a base de esfuerzo, trabajo- una parte del pastel, y redistribuirla entre los allegados, con un criterio de premios y castigos (plata para el amigo, palo para el enemigo). Zizek dice que, después de todo, la aspiración gozosa del fascismo es a tener un pastel y a comérselo.
    Los populismos sudamericanos sí tuvieron rasgos fascistoides. No es tan seguro que Estados Unidos sea el fascismo del futuro, aunque puede ser algo peor. El burguesito y antiguo liberal sabe que llevando la modernidad, llevando hielo al pueblo -o técnica al alemán-, llevando inversiones, tendrá ganancia o incluso súperganancia. Negociará con el criollo la parte de ganancia para el fuereño y la de renta para el dueño de la casa, que por este motivo no la suelta nunca -sin casa no hay qué rentar-y es un obseso del poder y del mangoneo. Si el asunto no va más lejos en América Latina, es porque este dueño de la casa la tira por la ventana, gastando en vez de acumular, con todo y mano de obra barata y recursos naturales en abundancia.
     El pacto a veces es otro: el control político para el protofascista ucraniano o para el fanático islámico, a cambio de que estos adalides de una "revolución conservadora" -o incluso de la peor de las regresiones- hagan el trabajo sucio contra los restos del sovietismo. A cambio del control político, el de Kíev o el del Estado islámico reciben su dosis de dinero, al grado que los líderes de los fanáticos viven en hoteles muy a la occidental, con modernidad, inversiones, hielo en el pueblo, "fuerzas productivas" (hasta en armas), en suma, con mucho para gastar, violar en masa, decapitar, darse vida de emires, sultanes o pachás. El adelanto de unos, con la ganancia creciente, no está reñido con la regresión de otros, como el crecimiento no está reñido con un mayor atraso ("el desarrollo del subdesarrollo", como dijera alguien por ahí), no solo material, sino también en las mentalidades, más si viven de una renta ociosa y en la incapacidad para crear algo propio.
   

A VER A QUÉ HORA

 En un libro reciente, el periodista J.J. Lemus, a partir de una investigación muy exhaustiva, ha demostrado hasta qué punto no existe la me...