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lunes, 29 de junio de 2015

LA INDUSTRIA DE LOS PAYASITOS MALVADOS: JRUSCHOV (I)

En 1955, el líder soviético Nikita Jruschov declaró que había llegado el momento de la "coexistencia pacífica" entre Moscú y Occidente. Difícilmente podía ser de otra manera: la Unión Soviética había salido destrozada de la segunda Guerra Mundial y no estaba para expansionismos.
     Así que la Unión Soviética, con Jruschov, comenzó a querer convertirse en sinónimo de paz. No había revista soviética que no recordara la dureza de la última guerra para los soviéticos y que no deseara para el mundo una paz duradera. Bajo esta convicción se podía asistir incluso a cualquier Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes -a título de creyente o de hijo de algún apparatchik- o militar en algún partido comunista partidario de todo, menos de las armas.
      Seguramente debe felicitarse a Jruschov por el deshielo y la desestalinización, que debían traer paz y más paz. Sin embargo, apenas un año después de lanzar la idea de la "coexistencia pacífica" y de ponerse a la propaganda universal por la paz, la Unión Soviética se metió a cañonazos en Hungría. Al poco tiempo, un imprudente Jruschov, arrastrado por la labia de Fidel Castro, metió la pata en la crisis de los misiles (1962) y la propaganda estadounidense retrató a Moscú como amenaza.
    Por lo demás, como lo ha recordado en el portal ruso Odnako Gordon Robertson, mientras glorificaba la paz la Unión Soviética tenía que recurrir al secreto para ayudar a los amigos en dificultades, en Vietnam por ejemplo -y en Cuba también. Tal vez para una parte de la población soviética no era muy comprensible qué tenía que hacer Moscú en el Tercer Mundo o incluso en la esfera de influencia más cercana, en Europa del Este. "Paz" podía querer decir que el mundo "dejara en paz" a los soviéticos, por cierto mucho menos internacionalistas que los cubanos o los germano-orientales.
     Para el occidental promedio, esa alharaca sobre la paz no era muy comprensible si Moscú entraba a tiros en Hungría o jugaba a la crisis nuclear en Cuba. Como ninguna ideología clara guiaba a Jruschov, salvo la soberbia de creerse que el planeta entero estaba al borde de un ataque de comunismo, el desprestigio no estaba lejano: en Occidente, llegó -aunque ya no estuviera el payaso en el Kremlin- con la intervención en Checoslovaquia (1968) y en la Unión Soviética con la intervención en Afganistán (1979), la puntilla. ¿Es que en nombre de la paz había que "exportar la revolución"?
     Jruschov sentó las bases de esta contradicción a punta de soberbia e ignorancia, y es una de las tantas cosas que habría que evitar festejar en el "deshielo" (¿deshielo en Hungría o en Cuba?) y en la desestalinización, sobre todo que, hasta 1953, la política exterior soviética había consistido en meterse en el menor número de lugares extranjeros posible (incluso la esfera de influencia en Europa del Este debía ser temporal), para evitar cualquier expansionismo y poder limitarse a movimientos estrictamente defensivos, los que venían del "socialismo en un solo país". !Jruschov, con esa costumbre de estarle viendo la cara al otro, pasó al gran discurso sobre la paz con movimientos ofensivos!

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