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miércoles, 9 de septiembre de 2015

GUATEMALA: TIEMPO DE PAYASITOS

Hace poco, en un semanario mexicano que oscila entre el periodismo y la nota roja, un prestigioso analista -al menos así podría ser presentado, aunque también con disfraz de experto o de universitario- escribió, sin averiguar nada preciso, como acostumbra: "México cuenta con instituciones mucho más débiles que Guatemala". Primera trampa: este "analista" citó como "guatemalteca" a la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG), de carácter -su nombre lo indica- internacional y en gran medida dependiente de Naciones Unidas. Guatemala tiene -como si fuera cuasi-protectorado- a la CICIG justamente porque no parece tener ninguna institución ni digna de este nombre ni confiable, menos aún en materia de justicia. Tal vez de lo que se trataba era, uno, de salir con la consigna (de apariencia izquierdista) "si Pérez Molina cayó, Peña Nieto caerá", y dos, de facilitar toda clase de injerencias foráneas donde sea que pueda haberlas (es por este motivo que en México se ha persistido en el caso Ayotzinapa).
     En 1954, a la caída (por golpe militar) de Jacobo Arbenz, decenas de miles de guatemaltecos (algunos cálculos llegan hasta los 160 mil) buscaron refugio en México, país que los acogió, como acogió en el sureste (Tabasco/Campeche), décadas después, a refugiados de la guerra interna en el país centroamericano. La "institucionalidad" guatemalteca es en realidad tan nula -cercana a lo inexistente- que la misma Guatemala pasó por cerca de tres décadas de guerra interna, varias dictaduras y 150 mil muertos -fue la más cruenta de la serie de dictaduras de toda América Latina. Gracias a tan esmerada institucionalidad, ninguno de los peores dictadores, ni siquiera Efraín Ríos Montt (salvado por "errores de procedimiento" de una condena por genocidio), ya ni se diga Mejía Víctores o Lucas García, fue juzgado ni sentenciado jamás, en notoria diferencia con algunos países del Cono Sur.
     Esta misma gran institucionalidad guatemalteca le permitió a Rigoberta Menchú, la de los "fármacos similares", deformar -ya con el cerebro lavado- el sentido de la guerra interna guatemalteca, que nunca fue un genocidio contra los mayas: las guerrillas de la Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca (UNRG) no tenían ningún carácter indigenista, salvo la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA), y los indígenas no fueron las únicas víctimas de la secuencia de dictadores que consagró la gran "institucionalidad" guatemalteca.
     Luego del "golpe blando" contra el hoy ex mandatario Otto Pérez Molina (lo que no lo exculpa), gracias a una injerencia foránea (y con los debidos aplausos de Washington), en su infinita institucionalidad el pueblo guatemalteco, con participación altísima en las urnas y sin alternativa ninguna de izquierda (¿salvo Arjona y los turistas de Antigua?), votó en primer lugar a un payaso (o cómico, como se prefiera), Jimmy Morales, considerado por lo demás como alguien cercano a sectores duros del ejército y cuya formación incluye estudios recurrentes sobre "seguridad y defensa". Detrás de este "Aistónteles", por poco y llega copy and paste Manuel Baldizón, un millonario empresario hotelero apodado de este modo por el plagio de su libro Rompiendo paradigmas (qué duda cabe...), aunque finalmente se coló también la socialdemócrata Sandra Torres, tal vez el menor de los males. Hasta el periódico español de mayor venta en el mundo no pudo ocultar su extrañeza por el hecho de que una supuesta "revolución civil" (¿qué revolución?) haya ido a parar en la antipolítica, entre payasos y gente de dinero. Desde luego, la izquierda "de la sierra morena" es libre de festejarle al pueblo guatemalteco sus extravíos como una que otra madre le festeja a su hijo hasta las peores malcriadeces, si es que realmente hay algo que festejar en obscenidades como la que jura y perjura que "México cuenta con instituciones mucho más débiles que Guatemala". ¿Why not? Johnny too bad, me pitourrearse del lector..

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