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sábado, 26 de septiembre de 2015

RUSIA-TATARSTAN: REHABILITACIONES

Algunos habitantes tártaros (y por ende musulmanes) de la Federación Rusa se han puesto a dar extrañas volteretas. En el muy reciente 70 aniversario de la victoria soviética en la gran Guerra Patria, el XI Festival de Cine Internacional de Kazán premió como mejor documental "La guerra inolvidada", de Denis Krasilnikov El documental muestra la historia de prisioneros de guerra soviéticos que terminaron combatiendo con los nazis, como le sucedió a la legión tártara Idel Ural (en total fueron 7 legiones de tártaros). Cualquier occidental pensará de inmediato que los tártaros y otros grupos de los Urales lo hicieron porque eran oprimidos por la terrorífica política de nacionalidades estalinista. Lo cierto es que estas legiones musulmanas terminaron haciendo cosas "inolvidables", como su participación -al mando de las Waffen SS -en las deportaciones de judíos polacos. No queda muy claro por qué debiera justificarse esta colaboración con las temibles SS, pero esta vez hasta el actual presidente de Tatarstán, en la Federación Rusa, Mintimer Shaimiev, se enterneció con estos colaboradores. Durante la guerra, a la cabeza de éstos estaba Shafi Almas, un hombre de negocios tártaro que emigró en 1920 a Alemania (¿también lo va a reivindicar el cineasta de todo régimen Nikita Mikhalkov?).
      Mucho se dijo sobre el destino de muchos prisioneros soviéticos al volver a la Unión Soviética terminada la guerra: con frecuencia eran condenados a muerte o deportados. Sería un poco extraño que se los hubiera premiado por colaborar con el enemigo. La pena de muerte por deserción, en todo caso, no la inventó Stalin: ya existía en la época de los zares que tanto gusta en el actual régimen ruso, de tal modo que esa pena se aplicó por ejemplo durante la primera Guerra Mundial. Como sea, pese a los escupitajos contra lo soviético (el documental convierte a la Unión Soviética en un "bosque cementerio", una "enorme fosa común"), el hecho es que al finalizar el conflicto bélico se castigó sobre todo a quienes hubieran cometido algún delito (como, además de desertar, combatir contra su propia gente), siempre y cuando hubiera evidencia real: entre un 5 % y un 15 % de quienes estuvieron en cautiverio alemán fueron reprimidos (encarcelados o fusilados) en la Unión Soviética, según Igor Pyhalov.
      La prueba de que los tártaros de Idel Ural fueron utilizados está en que muchos otros tártaros y bashkires musulmanes combatieron al lado de las tropas soviéticas y otros más, de diversas nacionalidades, no se comportaron igual al ser capturados: el general Karbyschev, hecho prisionero, fue ejecutado al negarse a colaborar, como fue brutalmente tratado otro prisionero, el general Lukin, por no querer "cambiarse de Patria". Al momento de la guerra, en realidad los tártaros tenían doble patria, la Federación Rusa y la República de Tatarstán (con autonomía desde 1920), con sus propias autoridades, sus propias escuelas y el derecho a la enseñanza de su lengua materna.  
      Tal vez alguien pueda establecer algún vínculo claro entre "liberarse de la opresión estalinista" e ir a aplastar en las Ostlegionen-recibiendo incluso condecoraciones por ello (incluyendo la Cruz de Hierro nazi)- la resistencia judía en Polonia. ¿Qué es lo que premiaron en Kazán a nombre de la identidad "étnica" y de las condolencias a los colaboradores? Premiaron al mercado, puesto que, sea humana o inhumana, una vida=otra vida=toda vida (es el tipo de operaciones de dignidad humana "a lo Bergoglio", y toda vida es digna, como una coca cola=una coca cola); discriminaciones fuera, una vida tártara=una vida tártara. Incluso puede decirse que los del Idel Ural fueron triples víctimas: de los horrores de la política de las nacionalidades, de las represiones al fin de la guerra y "en cierta medida" del hecho (¿mala suerte?) de caer prisioneros. Los que no sean víctimas y hayan defendido su patria -tártaros incluidos- se pueden ir al olvido.
     

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