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miércoles, 28 de octubre de 2015

EL FACILISMO, O EN QUE CEBICHE NO SE EQUIVOCA

No todos los candidatos independientes en América Latina debieran ser vistos con desconfianza, como si no hubiera otro modo de hacer política que con los partidos tradicionales.
      Por lo demás, algunas cosas no están del todo claras: así por ejemplo, el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a quien nadie hace caso entre sus "amistades" (no las escogió, se le "pegaron") cuando escribe un libro del interés de El poder en el trópico (con pasajes muy esclarecedores sobre la historia del estado de Tabasco), anda como disco rayado contra la "mafia del poder". Si bien los casos que menciona López Obrador ameritan reflexión (el modo de construcción del nuevo aeropuerto capitalino, etcétera), el líder no parece comprender que no pueden suspenderse los negocios, menos en las condiciones de América Latina. Lo que cuenta es que se hagan con la mayor transparencia posible. Salvo en el problema de la corrupción, López Obrador ha dejado de entender la institucionalidad mexicana -aunque esté muy maltrecha- y no duda en pelearse torpemente con candidatos independientes como El bronco Jaime Rodríguez Calderón, vencedor de las elecciones para la gubernatura del norteño estado de Nuevo León ("seguridad, educación, trabajo" fue el lema de este candidato en el Modelo García), y con el regente del Distrito Federal, Miguel Angel Mancera, cuya política -ciudadana y no partidista- es de resultados y no de andanadas verbales. El quid está en que Morena se está pareciendo a una clientela que no forma ni para pasar lista y López Obrador a lo que rechaza ser, otro "redentor de la patria". En cambio, ni Rodríguez Calderón ni Mancera han tenido inconveniente en guardar las formas y tender puentes con el oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), si ello permite concretar acciones.
       No puede atribuirse únicamente a "golpes blandos" (ciertamente existentes, como la arremetida de los fondos buitres en Argentina, hace ya algún tiempo) la crisis por la que atraviesan Argentina, Brasil y hasta cierto punto Venezuela, país con menor tradición populista, pero "costumbres" como la de un Carlos Andrés Pérez que la izquierda tanto celebró. En un artículo publicado recientemente en un portal de izquierda (Rebelión), Raul Cebiche criticaba con razón el viejo facilismo latinoamericano, que ahora ha consistido en repartir muy generosamente y sin exigencia alguna -las palabras son de Cebiche- la "derrama" del boom extractivista. Cebiche expresa lo mismo que Rodríguez Calderón cuando éste diferencía un bronco de un mansito: para éste, es "a mi, que me resuelvan", sin tener que mover un dedo, sin esfuerzo porque excusas nunca faltan.Tiene toda la razón del mundo Cebiche cuando dice que "en la producción, y no en la distribución, están las bases de un mundo mejor". Los hay que están esperando si la "derrama" cae por clientela o por negocio redondo, pero sin aportar nada a la verdadera vida colectiva ni al progreso y la emancipación de cada quien. Brasil, Argentina y México -puede que en cierto modo Venezuela también- han dejado de aportar a América Latina como lo hicieron en el pasado y tal vez sea el brasileño el caso más escandaloso. Así, como lo sugiere Cebiche, el asunto tarde o temprano acaba en pleito por la captura de bienes materiales y simbólicos, todo con emociones y poder por delante, pero sin reflexión ni verdadera organización -lo que sucede en este terreno en América Latina es verdaderamente penoso. El Estado cubano, agreguemos, no anda tan perdido en estas lides: redistribuye hasta lo que nadie produce -palabras huecas- y lo que otros más se roban en el camino entre Santiago e Isla de Pinos.
      Tienen razón Cebiche & Co. cuando escriben: "para modificar una cultura es necesario practicar otra cultura, asentada en otros valores y en otras relaciones entre las personas (...) Porque el facilismo, entre otros problemas que presenta, permite que la irresponsabilidad individual se ampare en el colectivo". Cuba, Nicaragua y Venezuela deben saber mucho de ésto -hay revoluciones que lo han practicado por décadas, con las peores y más mezquinas relaciones personales, mientras despotricaban contra la responsabilidad comunista- tanto como los populismos brasileño, peronista y de algunos sectores conservadores del priísmo mexicano, aunque éste se ha mostrado, formalmente al menos, más receptivo en los últimos tiempos a las expresiones de independencia de ciudadanos nacientes -como tales, casi en pañales, pero no por ello menos dispuestos al aprendizaje de otra cosa que el clientelismo y sus pedidos de mansitos  y militantes "bien portados".

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