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miércoles, 30 de marzo de 2016

OCCIDENTE: LAS LIBERTADES

Hace algunos años, dos hermanos checos, gemelos para más señas, Elijah y Milo Peters, lograron la hazaña con la que más de un occidental -y hasta más de una potencia- sueña: estrellas del cine porno, los hermanos Peters son pareja, lo que equivale (salvo que algún lunar escondido y desconocido para las cámaras y la prensa delate lo contrario) a la fórmula mágica: yo=yo, fórmula con la que sueña una juventud global de narcisistas y autistas "agarrándose la guitarra eléctrica" y rascándola ante la audiencia (más de 500 mil para los Rolling Stones en La Habana, capital cubana), indiferentes a la existencia de cualquier persona ajena a este gran sueño identitario. Es el sueño en su culminación para quienes empiezan, por ejemplo, negando cualquier conversación incómoda para su ego -esquivando todo inconveniente- y que convierten supuestos diálogos en monólogos interminables con el público o el simple interlocutor (es un decir) convocado a título de espejo. No es: "bravo, m'hijito, tu eres el mejor", sino algo más adelantado: "no hay nadie más que tú", algo así como la versión familiar de "la nación indispensable" y el excepcionalismo estadounidense.
      Desirée Longabaugh es una mujer que, como no pocas hoy, terminó decepcionada del género masculino (algo así como "todos son iguales"). Casada 10 años con un hombre con el que tuvo dos hijos, se divorció y decidió, muy bien, que el matrimonio no era lo suyo. En fin que esta habitante de Seattle, en Estados Unidos, no optó por una mujer, ni por un travesti ni un transgénero, ni tampoco por algún otro machín que le cumpliese y la llenara. Desirée se cambió el nombre por el de Beautiful Existence (Bella Existencia), algo tal vez no del todo modesto, y viajó a Paris, gastándose más de cinco mil dólares, para casarse con ella misma (sí señor), delante de la Torre Eiffel y con algunos amigos de confianza. El matrimonio fue registrado via Skype con la ayuda de un experto del registro civil estadounidense. El New York Post, por ejemplo, intituló: woman marries someone she really loves: herself ("Una mujer se casa con alguien a quien realmente quiere: ella misma"). Lo más simpático es que la antigua Désirée describió su matrimonio por Skype: parece haber estado extasiada delante de su propia imagen (looking at myself in the screen) a la que dedicó las mejores palabras durante la ceremonia civil, aunque no obtuvo acta de matrimonio.Como sea, es posible imaginar un poco esta felicidad de lo que se conoce ahora como self marriage: "¿señorita Bella Existencia, se acepta a sí misma como su esposa? -Sí, me acepto". Dejemos a la imaginación la noche de bodas, ¿no?.
     Si alguien cree que estos hechos verídicos son ajenos a la caída de franjas enteras de la juventud global en la barbarie más idiota (¿o algún intelectual espera una barbarie inteligente?), que incluye la total incapacidad de amar e incluso de relacionarse con otra cosa que no sea la propia imagen, puede ir buscando la última novedad chic: dos combatientes del Estado islámico que al morir en la batalla en Siria iban celular en mano y, fuera de toda broma, alcanzaron a tomarse la selfie del desenlace fatal, subida en dos videos por los compañeros a las redes en honor no al narcisismo, sino tal vez al harén que espera al difunto en el más allá, si el plomazo recibido no fue de peshmerga kurda (en cuyo caso las damitas del harén suelen pensárselo dos veces). Todas estas son las libertades por las cuales Occidente está dispuesto, en una de romanos, a lo que sea.

A VER A QUÉ HORA

 En un libro reciente, el periodista J.J. Lemus, a partir de una investigación muy exhaustiva, ha demostrado hasta qué punto no existe la me...