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domingo, 29 de mayo de 2016

COMO FRANCIA EMPEZO A RODAR CUESTA ABAJO

El mayo de 68 francés, de "hijos de papá", fue poniendo de moda al "mundano", el hombre "de mundo" o "mucho mundo" en la política. Fue el caso del primer ministro del presidente Georges Pompidou (1969-1974), Jacques Chaban Delmas, que impuso un estilo para los reflectores y ya no para la política.
       -Entonces, ¿parece que quiere usted mi pellejo?, le preguntó Chaban Delmas a Marie-France Garaud, consejera de Pompidou.
       -No estoy interesada en su pellejo, sino en Francia, contestó Garaud.
Pompidou describió la frivolidad de Chaban Delmas, el inventor de la "nueva sociedad", así: "Trabaja poco, no lee informes y menos aún los escribe. Quiere ser joven, bello, seductor y deportivo. Se rehúsa a envejecer, se dedica por ello a su deporte favorito, el tenis, y asegura el relevo metiéndose al golf. Ama a las mujeres, siempre apasionado, cambiando solo el objeto de su pasión. Políticamente, se muere de miedo de ser ubicado a la derecha, y quiere gustarle a todo el mundo y ser amado". Casi una década después, Francois Mitterrand, el envidioso socialista con un tétrico pasado, habría de romper récords de vanidad perversa mientras Francia comenzaba a hundirse.
       Entretanto ocupó la presidencia Valéry Giscard d'Estaing. "A partir de cifras, explica Garaud, construye un modelo que parece responder a un análisis político, social o electoral, y se dedica a llevar a cabo su acción en función del modelo, sin volver a ocuparse de la realidad". Pero hay más: es el reino de la imagen mediática en el cual Giscard sustituye, según Garaud, "el pensamiento histórico por el culto al yo". Giscard no es presidente, "se mira a sí mismo siendo presidente", observa Garaud. ¿Qué ha pasado? En medio de la frivolidad y la vanidad, los políticos, de derecha como de izquierda, han olvidado toda autoridad. La Quinta República se muere.
      En 1981, Marie-France Garaud se despidió así, en carta pública, de Giscard:
      "Esperamos rigor, y recibimos dejadez. Esperamos generosidad, y recibimos condescendencia. Esperamos desinterés, y obtuvimos desenfado". La frivolidad del político, además, acabó tomando las cosas "muy desde arriba", y por tontos a quienes aún, contra la frivolidad, quieren hablar y hacer en serio.

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